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En defensa de la ansiedad

Este artículo no busca ofrecer soluciones rápidas o consejos sobre cómo lidiar con la ansiedad. Más bien, mi intención es invitarte a explorar una nueva forma de observarte a ti mismo y tu relación con esta experiencia tan humana. A través de una mirada basada en los principios de Dejar ir de David Hawkins y las Constelaciones Familiares de Bert Hellinger, te propongo que juntos vayamos desvelando lo que hay detrás de la ansiedad. Tal vez descubras que la ansiedad no es el enemigo que creías, sino una puerta a un proceso más profundo de integración emocional. Mi propuesta es que podamos reconciliarnos con la ansiedad, aprender a verla de manera diferente y comprender el papel que juega en nuestras vidas.

Distinguiendo el fenómeno, ¿Qué veo como ansiedad?

Podemos imaginar la ansiedad como un espectro que abarca desde lo más sutil hasta lo más intenso. En la parte más baja de este espectro, la ansiedad es casi imperceptible: una leve inquietud, un pensamiento recurrente, o esa sensación en el estómago que no parece tener explicación. A medida que subimos en la escala, la ansiedad se vuelve más notoria: preocupación constante, tensión muscular, dificultad para concentrarse. En el extremo superior, la ansiedad se presenta con toda su fuerza, manifestándose en episodios agudos como los ataques de pánico, donde la respiración se vuelve acelerada, el cuerpo entra en estado de alerta y parece que se pierde el control.

Desde la mirada de Peter Levine, lo que ocurre en este proceso es una activación progresiva del sistema nervioso simpático, una de las ramas del Sistema Nervioso Autónomo (SNA). Este sistema, encargado de prepararnos para responder a amenazas, comienza a activarse cuando percibimos peligro, real o imaginario. A medida que la activación se incrementa, nuestro cuerpo entra en modo de "lucha o huida", lo que genera síntomas físicos como la hiperventilación, el aumento del ritmo cardíaco y la tensión muscular. Así, la ansiedad no solo vive en nuestra mente, sino también en el cuerpo, afectando nuestro estado fisiológico de manera profunda.

¿Qué creencias tenemos sobre la ansiedad?

Las conversaciones cotidianas que mantenemos sobre la ansiedad son reveladoras. A menudo, hablamos de ella con un tono de juicio y desprecio, como si quienes la experimentan fueran débiles o incapaces de manejar sus emociones. Cuando alguien comparte que está lidiando con ansiedad marcada, la respuesta inmediata puede ser la incredulidad o la minimización de su experiencia. Frases como "todos estamos estresados" o "solo relájate" se convierten en respuestas comunes, mostrando una falta de comprensión hacia la complejidad de la ansiedad.

Nuestra tolerancia hacia la ansiedad varía: en la vida diaria, es común aceptar un cierto nivel de estrés, pero cuando la ansiedad se vuelve abrumadora, tendemos a rechazarla. En ciertos casos, la ansiedad se percibe como un problema a resolver, especialmente cuando interfiere de manera significativa en nuestras vidas. Sin embargo, si su impacto es menor, tendemos a acostumbrarnos a ella, convirtiéndola en parte del paisaje emocional que habitamos. Esta dualidad refleja una creencia subyacente: evitar la ansiedad, siempre y cuando no pueda acostumbrarme a ella. Sin embargo, al adoptar esta postura, limitamos nuestra capacidad para comprender la ansiedad en toda su complejidad.

Es crucial reconocer que nuestras creencias sobre la ansiedad, influenciadas por la cultura y la sociedad, pueden moldear cómo la experimentamos. Al juzgarla como un signo de debilidad o fracaso, nos cerramos a la posibilidad de entenderla como un recurso para nuestras vidas.

 

¿Qué creencias sobre la ansiedad has heredado de tu entorno y cómo impactan en tu forma de lidiar con ella?

 

El rechazo generalizado en este contexto cultural

En nuestra cultura, a menudo se considera la ansiedad como el problema en sí mismo, estigmatizándola y llevándonos a tratarla como un enemigo a combatir. Este enfoque simplista ignora que la ansiedad es, en realidad, una consecuencia de un proceso más profundo. Es como culpar al asfalto por lastimarnos al caernos de una bicicleta, sin reconocer que la verdadera causa puede ser nuestra falta de equilibrio o atención.

Al centrar nuestra atención exclusivamente en la ansiedad, perdemos de vista los factores subyacentes que pueden estar contribuyendo a su aparición. Las experiencias emocionales no resueltas, las creencias limitantes y las dinámicas familiares pueden ser algunas de las raíces de la ansiedad. Sin embargo, al ignorar estos aspectos y etiquetar la ansiedad como el problema, perpetuamos un ciclo de sufrimiento y malentendidos.

Es fundamental cambiar esta narrativa y comenzar a ver la ansiedad no como el enemigo, sino como una señal de que algo en nuestro interior requiere atención. Al hacerlo, podemos abrirnos a un proceso de exploración que nos ayude a entendernos en profundidad.

El ciclo emocional que cultiva la ansiedad

La ansiedad no surge de la nada. Es el resultado de un ciclo emocional que puede dividirse en tres fases: miedo, necesidad de control y finalmente, ansiedad. Primero, experimentamos miedo como respuesta a lo desconocido o percibido como una amenaza. Este miedo, cuando no es procesado o expresado, suele ser reprimido, dejando un vacío emocional que se convierte en inseguridad.

Esta inseguridad, entonces, se manifiesta como una necesidad de controlar el entorno, a los demás y las situaciones que nos rodean, buscando sentirnos seguros. Pero el control absoluto es una ilusión: no podemos controlarlo todo. Esta tensión entre el deseo de control y la realidad, donde el control es limitado, crea la ansiedad. La ansiedad es, por tanto, una señal de que estamos buscando seguridad sin haber enfrentado el miedo inicial.

Este ciclo nos desconecta de la gestión natural de nuestras emociones, llevándonos rápidamente a la ansiedad sin procesar el miedo. Entender este ciclo nos abre la posibilidad de romperlo y gestionar nuestras emociones de forma más saludable.

La ansiedad no surge de la nada, sino que es el resultado de un proceso de cultivación emocional. Este proceso se puede descomponer en tres etapas: miedo, necesidad de control y, finalmente, ansiedad.

En primer lugar, sentimos miedo. El miedo, en su forma más pura, es una emoción natural que aparece como respuesta a lo desconocido o a una amenaza percibida. Sin embargo, en lugar de permitir que el miedo se manifieste y sea procesado, tendemos a reprimirlo o suprimirlo. Esta represión crea un vacío emocional, que pronto es llenado por una sensación de inseguridad. Esta inseguridad se manifiesta como una necesidad de control. Queremos controlar el entorno, las personas, las situaciones, y a nosotros mismos para sentirnos "seguros". Sin embargo, el control absoluto es una ilusión; no podemos controlar todos los aspectos de la vida, y es en ese choque entre el deseo de control y la realidad donde la ansiedad entra en juego.

La ansiedad es, entonces, una respuesta a la incapacidad de ejercer control. Es una forma de señalarnos que estamos buscando seguridad de manera inmediata, sin haber permitido que el miedo inicial fuera reconocido o procesado. Este impulso de control nos desconecta del proceso natural de gestionar nuestras emociones, llevándonos directamente a un estado ansioso.

¿Qué impacto tiene la ansiedad y cuál es la tendencia?

La ansiedad genera un estado emocional displacentero, lo que nos impulsa a evitar sentirla a toda costa. Esta tendencia a no querer experimentar la incomodidad nos lleva a generar estrategias para huir de ella. En la vida cotidiana, una de las primeras respuestas es la distracción: buscamos evadirnos a través del uso constante de dispositivos móviles, el entretenimiento, el trabajo o las relaciones. Estas distracciones funcionan como escapes temporales que, aunque nos desconectan momentáneamente, no resuelven el origen de la ansiedad.

Otra tendencia común es recurrir a recursos externos que ayuden a aplacar o controlar la ansiedad. Para algunas personas, esto puede manifestarse en el uso de sustancias, medicamentos o incluso cannabis. Estos recursos, lejos de ser cuestionados, han sido naturalizados y socialmente validados en nuestra cultura. Hoy en día, es común que nadie se sorprenda si alguien usa ansiolíticos, antidepresivos a diario o depende del cannabis para relajarse. Estas soluciones, aunque pueden ofrecer alivio inmediato, tienden a ser respuestas superficiales que no abordan la raíz del malestar. Sin embargo, es comprensible que muchas personas se sientan atraídas a utilizar estos recursos, ya que les permiten manejar la ansiedad de manera más efectiva en su vida diaria. Cada persona elige el tratamiento que considere más adecuado para su situación, y es absolutamente válido buscar la forma que mejor se adapte a sus necesidades.

La ansiedad e Integración emocional (proceso de liberación)

El proceso de liberación emocional implica conectar con aquellas emociones reprimidas o suprimidas que, en su mayoría, hemos ignorado. Desde la perspectiva de David Hawkins, estas emociones tienen un papel crucial: su propósito es mostrarnos algo importante sobre nosotros mismos. Al darles espacio y permitirles ser escuchadas, comenzamos a desactivar el ciclo de ansiedad que nos acompaña. Este proceso de integración nos permite comprender y procesar nuestras emociones, en lugar de reprimirlas, promoviendo un estado de bienestar más auténtico.

La Resistencia interna

La resistencia interna surge cuando nos enfrentamos a nuestras emociones reprimidas. Es una respuesta natural que se activa ante el miedo a lo desconocido o a lo doloroso. A menudo, sentimos un tira y afloja entre el deseo de liberarnos de la ansiedad y la tendencia a evitar confrontar lo que realmente sentimos. Esta resistencia no solo perpetúa el ciclo de ansiedad, sino que también dificulta nuestro proceso de sanación emocional.

Liberar los miedos que generan la ansiedad

Para liberar los miedos que alimentan la ansiedad, es necesario dar un paso hacia la aceptación. Esto implica soltar las creencias que nos han llevado a juzgar nuestras emociones y a etiquetarlas como "malas" o "inadecuadas". Al permitir que nuestros miedos se expresen, sin la carga de nuestras creencias restrictivas, comenzamos a transformar nuestra relación con la ansiedad. Este proceso de liberación no solo nos ayuda a entender mejor la raíz de nuestra ansiedad, sino que también nos brinda la oportunidad de crecer y evolucionar a nivel emocional.

 

La Ansiedad desde la Perspectiva de Bert Hellinger y el Inconsciente Familiar

Desde la mirada de Bert Hellinger, la ansiedad está profundamente entrelazada con el inconsciente familiar, manifestándose a través de predisposiciones emocionales que se heredan sin ser conscientes de ello. En este contexto, la ansiedad no es un fenómeno "mágico" que simplemente aparece en la vida de una persona; más bien, es una respuesta emocional que busca mostrar algo significativo sobre nuestra historia familiar.

Las implicaciones sistémicas de la ansiedad se originan en la gestión emocional heredada, donde patrones y traumas familiares influyen en cómo manejamos nuestras propias emociones. Esto significa que la ansiedad puede ser un reflejo de conflictos o heridas no resueltas en el sistema familiar, y no solo un problema individual.

Al sentir ansiedad, es importante reconocer que esta emoción está intentando comunicar algo. Su aparición puede ser un indicador de que hay emociones reprimidas o dinámicas familiares no resueltas que requieren atención. En este sentido, el camino hacia la sanación implica explorar y comprender esas conexiones emocionales, ya que los fenómenos están intrínsecamente conectados.

Para abordar la ansiedad desde esta perspectiva, es crucial permitir que estas emociones se manifiesten y se integren en nuestra experiencia emocional. Al hacerlo, podemos comenzar a desentrañar las raíces familiares de nuestra ansiedad y encontrar nuevas formas de relacionarnos con ella, reconociendo que no somos solo portadores de nuestro propio sufrimiento, sino también de la historia colectiva de nuestra familia.

Ansiedad y los Órdenes del Amor

Para entender mejor la ansiedad desde una perspectiva sistémica, es útil explorar los tres órdenes del amor propuestos por Bert Hellinger:

Pertenencia: Cada miembro de una familia tiene el derecho de pertenecer al sistema familiar. Cualquier exclusión o rechazo puede generar sentimientos de ansiedad en aquellos que se sienten no aceptados o desconectados.

Jerarquía: Este orden establece que cada miembro de la familia ocupa un lugar específico en la jerarquía familiar. Cuando hay confusión en los roles, ya sea por la pérdida de un familiar o por conflictos intergeneracionales, se puede manifestar ansiedad como una forma de desestabilización en el sistema.

Equilibrio entre dar y recibir: Este principio sugiere que en los vínculos, debe existir un balance entre lo que se da y lo que se recibe. La falta de equilibrio puede generar tensiones que se expresan como ansiedad en las personas.

Cuando hablamos de ansiedad, podemos ver que a menudo refleja un desorden en estos órdenes. La ansiedad puede ser una señal de que hay algo en el sistema familiar que necesita ser reconocido o sanado. Es como si la ansiedad buscara llamar nuestra atención hacia un desajuste en los vínculos familiares, indicando que hay algo que debe ser abordado.

Para explorar estos desordenes de manera más profunda, es esencial abrir una constelación, ya sea de forma grupal o individual. Este proceso permite visualizar y comprender cómo las dinámicas familiares pueden estar influyendo en la experiencia de la ansiedad. En este sentido, la constelación ofrece un espacio para conectar con esas emociones reprimidas y comenzar a deshacer los nudos emocionales que nos afectan.

En defensa de la ansiedad: La ansiedad no es el enemigo, solo nos enfrenta con algo

La ansiedad a menudo se presenta como un monstruo aterrador, un enemigo que debemos combatir y evitar a toda costa. Sin embargo, al cambiar nuestra perspectiva, podemos comenzar a ver la ansiedad como una brújula que nos guía hacia áreas de nuestra vida que requieren atención y sanación. Es fundamental darle la bienvenida a la ansiedad, reconociéndola como un indicador, similar a un testigo en el tablero de un auto que nos señala que algo necesita ser revisado.

Cuando experimentamos ansiedad, en realidad, estamos recibiendo un mensaje de nuestro ser interno. Este mensaje puede estar relacionado con emociones reprimidas, miedos no confrontados o deseos insatisfechos. En lugar de reprimir estos sentimientos o tratar de evadirlos, podríamos elegir escucharlos. Al hacerlo, comenzamos a desentrañar el significado detrás de la ansiedad y a entender qué es lo que realmente está en juego en nuestra vida emocional.

Este proceso implica un acto de valentía: en vez de luchar contra la ansiedad, comenzamos a explorar su origen. Preguntarnos: "¿Qué es lo que realmente me está diciendo esta sensación?" puede abrir un camino hacia el autoconocimiento y la transformación personal. Al reconocer que la ansiedad puede ser una guía, no solo encontramos formas de lidiar con ella, sino que también creamos la oportunidad de sanar heridas más profundas.

En este sentido, la ansiedad no es un obstáculo, sino un maestro que nos invita a reflexionar sobre nuestras creencias, nuestra historia personal y nuestra relación con el mundo. Al enfrentarnos a ella con curiosidad y apertura, podemos descubrir nuevas maneras de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.